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No hay nada tan agradable y relajante como una pradera de césped bien cuidada, el mejor espacio para disfrutar del jardín con el juego, el descanso o la simple contemplación. El césped es uno de lo elementos fundamentales de nuestros jardines: está presente en la mayoría de ellos y además ocupa una gran parte de la superficie disponible. Además, es una base ideal en la que resaltan árboles y arbustos.

cesped
Pradera de césped en los jardines de el Capricho, de Madrid.

Al decidirse a plantar una pradera de césped hay algunas consideraciones a tener en cuenta. La primera es de tipo ecológico. Con un país como España, a mitad de camino de la desertización, conviene plantearse si el césped es la mejor alternativa. Es una buena idea en regiones con altos índices de lluvia donde prácticamente se riega solo. Por otra parte está el mantenimiento. Una pradera de césped bien cuidada y saludable conlleva una serie de trabajos y también de gastos que debemos de estar dispuestos a asumir.

Antes de plantar un césped habrá que seleccionar el tipo de semilla en función de factores como la utilización o el emplazamiento. Si le vamos a dar un uso estético, conviene utilizar un césped de  tipo inglés. Para todo tipo de suelos tenemos el césped rústico y si queremos que sea resistente al pisoteo, como cuando se practican en él deportes y juegos, habrá que utilizar semillas de césped para uso intensivo. En cuanto a la situación, hay tipos de césped de sombra para zonas poco soleadas o húmedas. El césped rústico mediterráneo es el ideal para zonas con fuerte insolación.

Plantación del césped

Es posible que donde queramos instalar el césped ahora sólo haya un terreno salvaje, lleno de malas hierbas y matorrales desconocidos, tal vez abandonado durante años. No hay que desanimarse, siguiendo estos sencillos pasos acabaremos consiguiendo nuestra hermosa pradera.

Lo primero antes de preparar el terreno, es retirar toda la vegetación. Lo mejor es hacerlo a mano, a base de azada y paciencia. No es recomendable el empleo de productos herbicidas, tan indiscriminados como poco ecológicos.

Lo siguiente es trabajar a fondo el suelo. Para ello se cavan y remueven unos 20 cm. de la capa superior, hasta que la tierra quede bien suelta y libre de las piedras y raíces que también quitaremos. Si el terreno es pobre, se puede aportar mantillo o abono orgánico, de forma que mejore la calidad de mismo. Por último, se rastrilla toda la superficie para que quede uniforme.

A continuación se debe apisonar el terreno hasta que quede plano, compacto y nivelado. Podemos utilizar un rodillo de los se venden al efecto o algún invento casero, como un pequeño bidón relleno de tierra.

Ahora toca plantar las semillas. Las semillas se reparten con la mano, de forma que queden extendidas de forma uniforme por todo el terreno. Para ello lo mejor es hacer varias pasadas en direcciones perpendiculares. Para proteger las semillas se cubren con mantillo o tierra vegetal. También se puede incorporar algo de arena si el terreno es más bien arcilloso, para mejorar la aireación y el drenaje. En cualquier caso, esta capa de tierra sobre las semillas no será muy gruesa para que los brotes puedan atravesarla sin dificultad. La siembra del césped nunca debe hacerse si amenaza lluvia, para que los chaparrones no laven la tierra y arrastren las semillas.

Ya sólo queda regar bien nuestro inminente césped. Lo mejor es hacerlo sin encharcar, con una lluvia fina, como la que arrojan los aspersores, para no remover la tierra y que las semillas queden al descubierto. Esto se debe repetir tanto como haga falta para que la tierra no se seque. No se debe pisar la pradera recién sembrada y vigilaremos a los pájaros y las hormigas para que no se ceben con nuestras semillas. Si estas últimas se ponen muy pesadas, puede que sea necesario fumigar.

Enseguida comenzará a brotar el césped y pocas semanas ya podremos disfrutar de nuestra pradera.

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