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rosas
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Llamamos plantas de interior a aquellas que cultivamos dentro de la casa. También a las que viven parte del año en balcones y terrazas y que se pasan dentro en la época más fría. Hay otras plantas que pueden vivir sin problemas en el exterior pero que decidimos disfrutar más de cerca colocándolas dentro de la vivienda.
Ninguna planta nace para vivir metida en una casa. Las que utilizamos para ello proceden en su mayoría de zonas cálidas y las elegimos porque son muy vistosas y atractivas. Aunque también resultan más delicadas al estar tan lejos de su medio natural.

Por eso es necesario que les proporcionemos las condiciones ambientales adecuadas. Las plantas de interior, como todas las demás, tienen unas necesidades determinadas de luz, agua, temperatura y nutrientes. Y como cualquier otra planta también precisan ciertas técnicas de cultivo. No por ello son tan delicadas ni difíciles de cultivar como mucha gente se piensa.

poto
el poto es un clásico como planta de interior

A la hora de elegir una planta de interior hay varios factores a tener en cuenta, como el lugar donde irá, de qué espacio dispone, la temperatura, las condiciones de luz. Conviene considerar el porte de la planta, si es colgante, crece a lo alto o se extiende a lo ancho. Y sobre todo el tamaño que tendrá cuando sea adulta. Sería un gran error, por ejemplo, colocar una costilla de Adán en un rincón pequeño donde acabe comprimida. Para su cultivo habrá que considerar que tenga un tiesto suficiente, el sustrato adecuado, un buen drenaje y que esté a salvo de las dañinas corrientes de aire. El riego, el abonado y la limpieza no deben descuidarse.

Es importante (y apasionante) conocer bien a nuestras plantas, sabiendo aquello qué necesitan, a poco que nos esforcemos estarán siempre bonitas y espléndidas, regalándonos la vista cuanto les sea posible.

Un lugar para cada planta

Dentro de la casa puede haber una gran variedad de condiciones, en cuanto a luz, temperatura y humedad, que pueden influir en el desarrollo de nuestras plantas. Es fundamental conocer las necesidades de cada una antes de decidir su ubicación. Por las ventanas y tragaluces entra la luz y según una planta necesite más luminosidad o penumbra así se sitúa respecto a ellos. Exceptuando los cactus y plantas crasas, casi nunca conviene que reciban el sol directo, sobre todo en verano que es cuando se presenta más agresivo y puede quemar las hojas. Las corrientes de aire y la proximidad de las fuentes de calefacción, como los radiadores, tampoco resultan muy recomendables para casi ninguna especie. Algunas, como el ficus benjamina, sufren mucho cuando se les cambia de lugar y tardan en recuperarse tras la mudanza. Las diferencias bruscas de temperatura también pueden resultar perjudiciales. Si las noches son muy frías conviene pasar dentro desde la terraza las plantas más sensibles o bien cubrirlas con un plástico.

calatea
además de las flores, la calatea exhibe unas hojas muy interesantes

El recipiente

El contenedor debe tener un tamaño suficiente para que la planta viva y se desarrolle con comodidad. En plantas de tamaño medio estará bien una profundidad de unos 25 cm. El que el tiesto sea demasiado grande no hará que la planta crezca más o más rápido. El recipiente debe ser proporcionado al volumen de las raíces y según la planta vaya aumentando de tamaño debemos realizar el trasplante a otros mayores.

Existen en el mercado infinidad de tiestos, macetas o jardineras de todas las formas, tamaños, colores y materiales. Aparte de nuestro gusto estético y de si combina bien con el sofá, lo más vital es que el recipiente pueda contener la cantidad de tierra necesaria y que disponga de los agujeros de drenaje, imprescindibles si no queremos acabar pudriendo la planta.

Los recipientes más recomendables son los de toda la vida, los de barro cocido. Además de baratos, son porosos y permeables al aire y al agua. Esto es especialmente útil cuando el sustrato es compacto, permitiendo que la tierra se airee y que la humedad acumulada se evapore de forma paulatina. Sin embargo, en ambientes calurosos, con sol directo o con sustratos muy sueltos pueden provocar una excesiva sequedad y que haya que estar siempre pendientes del riego. Para esto casos son aconsejables los recipientes impermeables, como los de plástico, metal, cerámica o vitrificados. Al no transpirar, nunca debemos usar estos últimos en ambientes muy húmedos o con tierra apelmazada, porque podrían provocar la asfixia de las raíces y de la planta. Los tiestos de plástico tienen además la dudosa y poco ecológica ventaja de que son prácticamente indestructibles y, por lo tanto, eternos.
Una solución ingeniosa en mantener un sencillo recipiente de barro poroso dentro de otro más bonito y decorativo de metal, por ejemplo.

afelandra
la afelandra es otra planta de interior con las hojas muy atractivas

En el diseño del contenedor el drenaje es lo más importante. Tanto que la mayoría de los problemas con las plantas de interior suelen darse por la pudrición de las raíces. Para facilitar el drenaje, el agujero del fondo del recipiente se cubre con piedrecitas, que harán que no se atasque con la tierra. Luego colocamos un puñado de gravilla o algo de arena, con un grosor de hasta 3 cm.
Si estamos empecinados en utilizar un tiesto sin agujero, siempre podemos plantar en él crasas que apenas necesiten riego o plantas de las que habitan en zonas encharcadas.

Cuando hagamos el trasplante, los recipientes de barro cocido se sumergen en agua durante unas horas para facilitar la acomodación de la planta. Si el recipiente ya ha sido usado, conviene limpiarlo a fondo eliminando cualquier resto de tierra y de raíces para evitar la transmisión de enfermedades.

Por último, tampoco está de más el colocar un platillo debajo del tiesto o maceta para que recoja en agua sobrante del riego, evitando manchas innecesarias en suelos, alfombras o muebles.

espatifilo
el espatifilo en plena floración

El riego

Hay plantas, como las orquídeas, que es muy difícil que mueran de sed, pero a las que un sólo riego de más puede matar de inmediato. Como regla general, las plantas de interior se riegan sólo cuando se nota que la superficie de la tierra está algo seca. Excepto aquellas que deben tener el sustrato siempre húmedo, a las que se añadirá agua antes de manifestarse esta sequedad. Lo mejor es regar con agua templada, a la temperatura ambiente de dentro de la casa. Y si el agua se deja reposar durante al menos 24 horas, habrá perdido el cloro y será mucho más saludable.

El agua se añade despacio, dejando que se infiltre bien hacia abajo. La maceta nunca debe quedar encharcada, debiendo salir por debajo el agua que rebose. Para facilitar esto se puede colocar el tiesto sobre piedrecitas, de modo que el agua sobrante se quede en el platillo. Nunca deberíamos utilizar macetas de las que no tienen agujero en la base, esto complica mucho el riego y es bastante probable que la planta se acabe pudriéndose por exceso de agua.

Las bromeliáceas se riegan añadiendo el agua templada directamente sobre las hojas. Otras plantas, como la violeta africana, se riegan desde abajo, lo que se consigue colocando el tiesto sobre un cuenco lleno de agua durante unos 15 minutos.

Un platillo debajo del tiesto evitará que el agua sobrante del riego acabe manchando el suelo o el mobiliario.

anturio
el anturio es una de las más coloridas plantas de interior

La humedad ambiente

En su estado natural, en el exterior, las plantas viven en un ambiente con suficiente humedad. Dentro de la casa el aire es mucho más seco, sobre todo cuando funciona la calefacción. Algunas plantas pueden sufrir bastante en estas condiciones. Para corregir esta falta de humedad, nada más sencillo que rociar las hojas con un pulverizador de agua. Más caro y sofisticado es poner un humidificador en la habitación. También se puede colocar algún recipiente de agua entre las plantas que aporte humedad al ambiente. Para aquellas que necesitan todavía más humedad es útil situar el tiesto sobre un platillo lleno agua y sobre guijarros, para que el agua no toque directamente las raíces. O también podemos colocar el tiesto dentro de otro bastante más grande, rellenando el hueco entre ambos con turba húmeda.

El abonado

El abonado aporta en alimento que la planta no puede conseguir al estar fuera de su ambiente natural. Para ello utilizamos compuestos que se venden en forma de líquido, polvo, gránulos, bastoncillos, etc. Unos se diluyen en agua y otros se mezclan directamente con la tierra. Los hay químicos y otros de origen animal, como el guano. En su composición integran los principales elementos como son el nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K), en porcentaje variable. Pueden aportar también ciertos microelementos beneficiosos para las plantas, como el magnesio, hierro, zinc, etc. Estos abonos comerciales son seguros y muy fáciles de utilizar, siempre que sigamos con exactitud las instrucciones del fabricante en cuanto a dosificación y frecuencia de abonado. Es importante saber que no por abonar de más la planta va a crecer mejor y más deprisa. Un abonado excesivo puede dañarla gravemente e incluso matarla. La frecuencia media de abonado suele ser de una vez a la semana en el periodo de crecimiento. En invierno, durante la época de reposo, se espacia hasta cada quince días o incluso se llega a interrumpir. En cualquier caso, es imprescindible seguir las instrucciones de la etiqueta del producto.

costilla de Adán
si disponemos de espacio, podemos disfrutar de las vistosas hojas de la costilla de Adán

Otras atenciones

Para que las plantas luzcan siempre bonitas necesitan algunos cuidados bastante sencillos. Es bueno limpiar de vez en cuando las hojas con un paño húmedo, algo que las adecenta y embellece, a la vez que tonifica. A las plantas trepadoras se les proporciona el soporte adecuado. Normalmente basta con clavar una caña en el contenedor y atar a ella los tallos. Después bastará con revisar a menudo las sujeciones y sustituir la caña por otras mayores según la planta se vaya desarrollando. En aquellas plantas que muestran raíces aéreas conviene cubrir éstas con musgo. Así, la costilla de Adán crecerá mucho más saludable si la situamos sobre un tutor al que previamente habremos enrollado musgo que mantendremos siempre húmedo, para que pueda afianzar en él las raíces. Las hojas dañadas, amarillas o secas se retiran para que no afeen el aspecto general de la planta.

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